Para poder ser terapeuta no es suficiente con conocer un conjunto de técnicas. Es imprescindible saberlas usar en relación a cada paciente particular, saber entender el punto de vista del paciente y el diagnóstico. Todo lo que rodea al paciente tiene importancia. El paciente espera comprensión, empatía y muchas veces criterios para reflexionar y aplicar, en contrapartida a la confianza que deposita. El terapeuta tiene un alto grado de responsabilidad. Tiene que ofrecer recursos sin decidir por el paciente, tiene que empatizar sin implicarse para evitar contaminaciones energéticas.

La terapia de Reiki no es una psicoterapia ni una simple aplicación de una técnica corporal. El terapeuta bien formado podrá ofrecer a cada uno de sus pacientes lo que más necesite para acelerar su sanación, haciéndola profunda y duradera. También debe tener criterio para saber cuándo derivar un caso hacia otras disciplinas de medicina holística o alopática.

Debe ser un experto en el funcionamiento del sistema energético, en el significado y origen de la enfermedad. Debe entrenarse en las técnicas energéticas y aumentar su sensibilidad y capacidad energética mucho más allá de lo habitual en los cursos de Reiki. Debe tomar un compromiso con su desarrollo personal y espiritual, pues sin ellos la energía sanadora de Reiki apenas puede manifestarse.

Esta formación no es más que un inicio en la formación de un terapeuta holístico a través de la energía Reiki. Descubrirás muchas cosas, mejoran tus metodologías y tus capacidades. Aunque el proceso de evolución y aprendizaje nunca termina. El profesional siempre debe tener inquietud de aumentar sus habilidades para poder ayudar mejor y más profundamente.

 

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